Grandes Cimas: aventura en la montaña o imprudente turismo de altura

Jue, 08/09/2016 - 08:21
Con los tiempos, llegar a algunas de la grandes cimas de la Tierra cada vez ha ido resultando más fácil. No solo ya porque el material que se usa hoy en día es más seguro, confortable y ligero —y accesible— sino que además, se dispone de una infraestructura y medios que, en el caso de algunas de las míticas ascensiones ponen casi, casi, esas cumbres a nuestros pies. 
 
Guías especializados, remontes mecánicos, refugios en buenas condiciones, rutas y toda una industria de turismo de montaña montada alrededor de ellas, permite a muchos aficionados alcanzar alturas que hasta hace relativamente poco tiempo estaban reservadas para solo algunos intrépidos aventureros.
 
Valle de Aosta y Courmayeur desde la Punta Helbroner y Skiwalk  Tim Barnett photo
Skiwalk, Valle de Aosta y Courmayeur desde la Punta Helbroner Tim Barnett photo
 
Hoy por hoy, llegar a la cima del Mont Blanc, por ejemplo, es tan fácil que, tan solo con tomar el Skyway, un poderoso, moderno y panorámico teleférico que se encuentra en la estación italiana de Courmayeur, llegas a la Punta Helbroner a 3466 metros y de allí, en unos diez minutos, al nuevo Torino (3375 m), un refugio de alta montaña con capacidad para 170 personas (abierto de mayo a finales de septiembre) o al viejo (42 plazas, abierto todo el año) para hacer noche, y al día siguiente, al techo de los Alpes.
 
Otra posibilidad es subir andando, pero las 5 horas que supone, hace la alternativa mucho menos considerada y la mayoría opta por ahorrarse la caminata. También desde el lado francés, con la subida en teleférico a la Aiguille du Midi desde Chamonix, presenta características similares a la hora de "atacar" al mítico Blanco y a sus hermanos el Mont Blanc de Tacull o el Mont Maudit. Un "paseo", y a la cima. 
 
Mountain Party en la cima del Mont Blanc. Foto: jaccuzzi.ch
Mountain Party en la cima del Mont Blanc. Foto: jaccuzzi.ch
 
Por supuesto, es un poco (bastante) más complicado, pero en esencia y tal como muchos lo venden (y otros lo compran), sería más o menos así. 
—¿Qué, nos hacemos un Mont Blanc, Don Camilo? 
—Venga!, Si se empeña...
Así que cada primavera y hasta el final del verano, desde los últimos años, hay más gente por allí que en la Gran Vía madrileña. 
 
Cierto que muchos se conforman con disfrutar del panorama en el teleférico rotatorio que te permite disfrutar de las extraordinarias vistas al Glaciar del Gigante, su famoso diente, las Grandes Jorasses y aiguilles de todos los colores, un café en la terraza e incluso, en el Midi, asomarte al vacío en su famoso mirador acristalado, pero otros, más audaces, llevan en el punto de mira alcanzar los 4810 metros de la Montaña Blanca.
 
El macizo del Mont Blanc desde el Pic du Midi y el mirador acristalado
El macizo del Mont Blanc desde la Aiguille du Midi y el mirador acristalado
 
Pero subirse al Top Ten de lo alpino, que es lo que mola, es otra cosa. Montañeros experimentados aparte (pero también), que por otro lado suelen escoger otras cimas menos transitadas, exige una preparación que en no pocos casos ni existe ni se la espera, justita si queréis, que no es lo mismo estar acostumbrado a andar por la montaña que darle de los 4000 para arriba. 
 
Los peligros que te rodean a tales alturas se incrementan a cada metro que subes. No vale conque vayas acompañado de un guía. La tragedia puede surgir en cualquier momento: un despiste, una necesidad que te obliga a deshacerte de la cordada unos minutos, un mareo, el exceso de confianza o la duda, salirte de la ruta marcada unos metros, y ahí está la grieta que te engulle, una arista o la avalancha y el Serac que se descuelga y te destrozan.
 
Ascensión al Mont Blanc
Ascensión al Mont Blanc
 
Por mucho que existan carteles que nos inviten a la prevención, a haber consultado una y mil veces la ruta y los mapas, el parte meteorológico o el de riesgo de aludes, en estas aventuras, el mínimo fallo y la montaña no perdona. Siempre pensamos que a nosotros no nos va a ocurrir pero lo cierto es que estamos expuestos a sus caprichos por mucho piolet o crampones que llevemos. 
 
No nos engañemos, hay cosas que no son para cualquiera por mucho que nos empeñemos. Cada vez son más los accidentes con fatales consecuencias. Lo sé porque escribo sobre ellos a menudo y no puedo evitar pensar en lo ocurrido más allá de realizar la crónica. Es humano ponerse retos y tratar de alcanzarlos, pero recordad antes que la naturaleza es un árbitro que no siempre estará de nuestro lado y en un momento dado, pondrá a cada cual en su sitio, y aquí, la tarjeta roja o perder, significan no regresar.
 
 
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