Kilian Jornet desvela los detalles de sus ascensiones al Everest en su nuevo libro

Kilian Jornet desvela los detalles de sus ascensiones al Everest en su nuevo libro

Crédito foto Sébatien Montaz / Summits of My Life.

Vie, 27/10/2017 - 12:21
Summits of my life llega a las librerías el 30 de octubre de forma simultánea en catalán y en castellano bajo los sellos Ara Llibres y Now Books. Te desvelamos el primer capítulo del nuevo libro del atleta de la Cerdanya donde relata cinco años de esfuerzos, luchas y proezas en su ascenso a las cimas más emblemáticas del planeta
“El Everest es nuestro sueño pendiente, y esta vez tenemos la convicción de que lo lograremos. Acumulamos la experiencia valiosísima del intento del año pasado. Y ahora hemos preparado un plan de aclimatación que dará inicio a esta nueva expedición al Himalaya”. Así empieza la parte Un nuevo mundo de posibilidades del libro de Kilian. en el que relata cinco años de esfuerzos, luchas y proezas escritas en primera persona, con fotografías a todo color e infografías explicativas.
 
Summits of my life / Sueños y retos en la montaña recoge el testigo de Jornet en cada uno de sus retos y las gestas que ha compartido con Seb Montaz, Vivian Bruchez, Emelie Forsberg, Jordi Tosas, Mathéo Jacquemoud o el desaparecido Stéphane Brosse en las cimas más emblemáticas del mundo: el Mont Blanc, el Cervino, el Aconcagua, el Denali… Y el Everest.
 
 
En la introducción, el esquiador y corredor de montaña más influyente del panorama mundial y cuyas noticias en las redes sociales tiene más repercusión, ya avanza que nos encontraremos en el libro: “Todo empezó con una foto enmarcada del Cervino que presidía la habitación de mi infancia…” Kilian no engaña ni cuando corre, ni cuando esquía ni cuando escribe. Así vivió la muerte Ueli Steck junto a su compañera Emelie Forsberg  “... Hemos llegado aquí llenos de ilusión, porque sabemos que tenemos el sueño al alcance, y la desaparición de Ueli nos deja inmóviles de repente…”.
 
 
Introducción y primeras páginas:
 
Todo empezó con una foto enmarcada del Cervino que presidía la habitación de mi infancia. Aquella fotografía, de un metro cuadrado, era lo primero que veía cada día cuando me levantaba y lo último que contemplaba antes de acostarme. Me enamoré lentamente de aquella silueta majestuosa, deseándola y temiéndola al mismo tiempo. En mis sueños, imaginaba que algún día la subiría.
 
Desde pequeño, mis padres nos llevaban, a mi hermana y a mí (o, más bien, nos acompañaban) a subir montañas. Primero las que teníamos más cerca, la Tossa Plana de Lles, la Muga, la Carabassa, y luego otras más lejanas, como el Aneto o el Breithorn. Supongo que, como empezamos tan pequeños, la montaña se convirtió en parte de nuestra rutina. Con cinco años, ya habíamos llegado a cimas de 4.000 metros. Después siguieron las travesías de los Pirineos, los Alpes, el Mont Blanc, viajes a Argentina, a Turquía y a Marruecos, siempre para subir montañas. La biblioteca de casa, llena de libros de Messner, Kurt Diemberger, Frison-Roche y Bonatti, disparaba mi imaginación hacia montañas que entonces me parecían imposibles, rodeadas de aventuras épicas, y me hacía conjurar, en mis sueños más secretos, a poner los pies allí algún día.
 
Con trece años, empecé las competiciones de esquí de montaña. Era una buena manera de canalizar toda la energía que llevaba dentro. Las cosas fueron bien desde el principio. Estaba motivado y me encantaba entrenar. Hasta el punto de que a menudo tenía que decir a mis entrenadores que dedicaba a la preparación menos horas de las que realmente hacía. Si me pasaba quince o veinte horas semanales, yo aseguraba que solo eran la mitad. Mis entrenadores eran Jordi Canals y Maite Hernández.
 
Jordi participó en la primera expedición catalana que coronó el Everest, en 1985. Maite, por su parte, cuando gané el primer mundial de esquí de montaña, me regaló una piedra que había cogido del segundo escalón del Everest, a 8.600 metros, cuando lo subió en una expedición femenina en 2004. Durante los entrenamientos me gustaba sufrir, y supongo que por eso los resultados llegaron pronto. Con diecisiete años también empecé a competir en carreras de montaña a pie, y con el fondo del esquí de montaña y la técnica adquirida durante tantas horas de entrenamiento, las buenas marcas no tardaron en llegar.
 
Es dulce cuando los sueños se hacen realidad, pero también es un momento triste: aquella motivación que me hacía ir un poco más allá en las series o que me empujaba a dedicar unas horas más de entreno, los nervios antes de la salida de una carrera que hacía tantos años que soñaba con ganar... todo esto había desaparecido. Aún no tenía veinticinco años y la lista de carreras con las que soñaba participar y ganar algún día ya estaba completa. No soy una persona a la que le guste hacer siempre lo mismo: no encuentro ninguna motivación en entrenar cada año para intentar ganar siempre las mismas carreras, para engordar mi currículum en cantidad. Para mí, la calidad radica siempre en la capacidad de afrontar retos diferentes.
 
Fue en 2011, al final de una temporada de trail running muy completa, habiendo ganado los campeonatos de Europa de skyrunning en corta y larga distancia y en kilómetro vertical, habiendo ganado también el Giir di Mont por cuarta vez, el Kinabalu por tercera vez, el TNF 100 en Australia, el UTMB por tercera vez, la Western States, la Zegama por cuarta vez, la Table Mountain en Sudáfrica, la Pierra Menta por tercera vez, la Mezzalama y la Copa y el Campeonato del Mundo de Esquí de Montaña, tanto en categoría individual como en Vertical Race... fue entonces cuando me sentí deprimido. Puede parecer paradójico: ya hacía unos años que competía muy bien, pero el dominio tan alto de mi cuerpo enfrentado con estas disciplinas me hacía sentir que estaba perdiendo otras oportunidades para conocerme, de hacer cosas diferentes que me permitieran abrirme de una manera nueva.
 
 
Este libro de 208 páginas habla de récords increíbles, de cimas legendarias alcanzadas y alguna que se resistió, pero también habla de vidas que la montaña se lleva, como la de Stéphane Brosse, o la de miles de personas que el terremoto del 2015 sepultó en el Nepal.
 
*Carátula del libro.
 
Los anteriores libros de Kilian Jornet, Correr o morir y La frontera invisible fueron todo un fenómeno editorial con más de 110.000 ejemplares vendidos y traducciones a más de 15 idiomas. ¿Será Summits of my life un bestseller? El lunes lo empezaremos a ver.
 
Más infornación en este enlace.
 
 
Créditos fotos Sébatien Montaz / Summits of My Life. 
 
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