Bocadillo de bull negro y trucha

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Vie, 19/02/2021 - 18:41

Gastronomía en las estaciones de esquí ¿Y si aprovechamos los momentos actuales de relajación para repensar un poquito lo que bebemos y comemos en los destinos de nieve?
                      

Trucha, servida en el restaurante ICC de Saint Lary Soulan.

Hace ya muchos años, quizá 10, tal vez 15, me quedó grabada una pequeña discusión entre una esquiadora y el responsable del bar Las Marmotas de Vallter 2000. El bar en cuestión ofrecía un "menú" cerrado a un precio muy económico, en el que entraba una bebida y bocadillo de bull negro (un embutido típico de la zona cocido de carne, sangre de cerdo y especias). Y la discusión venía porque la clienta, la esquiadora, preguntaba si se podía cambiar el bull negro por otro tipo de embutido en el bocadillo del "menú" en oferta.

La cuestión de fondo era que, si el camarero cambiaba el "bull negre" por otro tipo de embutido, argumentaba que entonces el precio no sería el mismo. Razonaba que la oferta tenía todo el sentido porque lo que se quería, con aquel precio cerrado y económico, era promocionar el "bull negre". Una oferta para promover y difundir el consumo de los embutidos propios del valle, pero que tienen poca demanda. La discusión, de buen rollo, se acabó pronto, pero captó la atención de los que en ese momento estábamos cerca del "lugar de los hechos".


Cafetería Las Marmotas de Vallter 2000 en una imagen de archivo (Foto: IST).

Con el paso de los años, aquella anécdota, que demostraba el interés por el producto de proximidad, defendido por el responsable de dicha cafetería, ha ido creciendo en mi subconsciente. Y percibo que también se ha trasladado por otras muchas vías a buena parte de la sociedad y por extensión a las estaciones de esquí.

En las estaciones del Grupo FGC, por ejemplo, esta es una cuestión que ha ido a más de unos años para acá, posiblemente por sensibilidad con el territorio en el que se encuentran, por su función de motores de dinamización de los Pirineos y, muy posiblemente, por la convicción de muchos de los responsables de los diferentes puntos gastronómicos.


Cafetería-restaurant en Masella durante la pasada temporada. Volverán los días de gastronomía, terraza al sol y esquí. Seguro. (Foto: IST).

En la vertiente norte de los Pirineos esta es también una cuestión muy sensible, posiblemente desde hace más años que en la vertiente sur. Por lo que sea, en Francia esta cuestión la tienen muy bien asumida. La defensa del producto local es una señal de identidad en los destinos de nieve. Sobre el terreno, en los últimos 4 o 5 años, me he encontrado que en algunas estaciones es casi imposible pedir un vino que no sea de la viña o denominación de origen más cercana. El producto y el tipo de cocina de los restaurantes siempre es tradicional o moderna, pero sobre todo vinculada al territorio. O sea, gastronomía y consumo de kilómetro cero siempre que se pueda o, alternativamente, que sea con el producto más cercano.

De esta convicción para defender el producto local hay un caso bastante representativo. La trucha, por ejemplo, un plato y producto propio de los Pirineos y fácil de encontrar en la vertiente occitana/francesa de la cordillera, se ha perdido en la carta de muchos restaurantes de la vertiente sur.


Cafetería Roc-Blanc de La Molina en una imagen de archivo (Foto: IST).

Conste que siempre que la encuentro en la carta, la pido. Admito que tanta estima gastronómica por la trucha será por los buenos recuerdos que me despierta su sabor, el cual me transporta a mi infancia cuando, precisamente bajando de Vallter y cuando aún los remontes no llegaban donde ahora está la cafetería "del bull negre", nos parábamos con mis padres y hermanos para comer en el restaurante L'Escon, situado a pie de carretera en el bucólico pueblecito de Llanars.

Pero volvamos a nuestros días. Este año, si tenemos la suerte de poder subir a pistas, tenemos menos opciones que la temporada pasada. Podemos comer en casa, o bien llevarnos la comida en un "tupper". O pedir a la intemperie un bocadillo en el bar pie de pistas de turno para comérnoslo en algún rincón de la estación. O en el coche, como habíamos hecho de jóvenes. Es triste para todos, pero hay que pensar que es temporal y que tarde o temprano las esquiadas en las que nos entablamos con los amigos, la pareja o la familia, volverán. Seguro.


Vinos en la estación de esquí de Formigueres. En las estaciones de Les Neiges Catalanes, vinos de l mismo departamento de los Pirineos Orientales (Foto: IST).

El caso es que, viendo que la gastronomía en una estación de esquí siempre ha sido una cuestión importante y ahora aún más, sea por precio o para ofrecer sin complejos el producto local, y viendo que todavía hay cosas para probar y cambiar, tal vez se podría aprovechar el momento actual de cierta relajación para repensar un poco el combinado de esquí y gastronomía.

Un esquí que, a través de la gastronomía en pistas se identifique aún más y mejor con el territorio. Que dé más valor social a lo que supone ir a esquiar. Que se convierta en una actividad en la que la sociedad, en general, la vea menos elitista y a la vez más útil para el territorio, para ayudar en sus tradiciones y en su identidad. Y en su economía.

Además, si los esquiadores contribuimos pidiendo más a menudo el producto local y consumiendo de forma más normalizada y no como excepción, haremos de nuestro deporte una actividad más auténtica y genuina. Y de paso conseguiremos que para algunos que viven en los mismos Pirineos se deje de ver los deportes de invierno como una actividad ajena. En resumen, que la anécdota del bocadillo de bull negro y la trucha se pueda extender con normalidad en nuestras estaciones, y demostramos que la gastronomía con producto local nos es más útil y no está reñida ni con el buen precio ni con la modernidad.


Restaurant en la estación de esquí de Gourette en una imagen de archivo (Foto: IST).
 

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