Según apunta Xavier Goula, jefe del área de Sismología del Instituto Geológico de Catalunya, el potente terremoto de 7,8 grados que asoló Nepal el pasado 25 de abril de 2015 y las réplicas que le han seguido, habrían podido provocar que el Everest, de hasta ahora 8848 metros, hubiera incrementado en unos decímetros su altura. 

 

A esta elevación de la montaña más alta del mundo no habrían sido ajenas tampoco sus vecinas cumbres y también importantes ochomiles como el Lhotse o el Makalu, situados ambos en la Cordillera del Himalaya. 

 

 

Las fricciones entre las placas continentales Índica y Euroasiática han provocado el seísmo que se ha producido a tan solo 10 km de profundidad y a unos 100 km de Katmandú, la capital nepalí y del Himalaya, según datos del Servicio Meteorológico de la India, lo que ha tenido consecuencias devastadoras sobre este país asiático hasta el punto de que el poder destructivo del terremoto ha sido capaz de mover las montañas mas imponentes del planeta. 

Los datos están aún por verificar pues la estación de GPS situada en las cercanías del Everest ha sido afectada también por el terrible temblor y ha dejado de transmitir, tal como ha comunicado desde un artículo en el National Geographic Kenneth Hudnut, del Servicio Geológico de Estados Unidos. Los científicos deberán ahora recuperar esos datos no solo para establecer la nueva altura del techo del mundo si la hubiera, sino también para analizar hasta qué punto han quedado afectadas las distintas fallas geológicas de la zona.

 

 

Las colisiones entre las placas tectónicas Índica y Euroasiática han sido las responsables desde hace millones de años de la formación de la Cordillera del Himalaya que, como consecuencia de movimiento de éstas, sigue variando su morfología elevándose año tras año a lo que la erosión provocada por una meteorología extrema, da réplica en sentido contrario y las variaciones resultan apenas imperceptibles salvo tras cataclismos como el que acaba de producirse en Nepal.